Primera vuelta

Vienen caminando desde la rambla y, como si fuera un mate, se van pasando la caja de vino tinto a pesar de la veda. Están terminando su día y frente al liceo 11 del Cerro, se cruzan con los profesores que  comienzan su larga jornada. Las risas de los jóvenes retumban en el silencio de la mañana, y caminan sin apuro. Posiblemente  no se levanten hasta después de la siesta.  Los docentes, como si fueran de campamento, hoy llevan  mochilas , materas y mucha , mucha yerba. No hablan entre sì,  ya habrá tiempo para eso. Saben que antes de las 11 de la noche no estarán de vuelta en sus casas. Son las 6:45 y este domingo hay elecciones en Uruguay.

A una cuadra del liceo, el vecino abre un caballete con carteles de la lista 404 en la angosta vereda, con la esperanza de  que quienes pasen por ahí en el correr del día  se detengan , miren y con suerte le pidan una lista. Hoy cambió el deportivo por un pantalón, y luce una camisa blanca. Como debe ser.

Unos metros más hacia el centro, por la  otra vereda, una vecina de calzas negras, romanitas y buzo de manga corta cuelga una bandera del Frente  en la puerta del local que ya abrió. Se acomoda su escarapela con forma de colibrí, y  con tres dedos en alto saluda a un fitito que le toca bocina. Luego saca para afuera la  mesa de plástico que está pronta desde el día de ayer con las 27 listas y el padrón circuital .

Los meteorólogos pronosticaron 34 grados y las encuestadoras segunda vuelta. Si bien la coalición de izquierda, Frente Amplio, y el derechista Partido Nacional son los favoritos para pelear la presidencia en esta primera vuelta, lo que de verdad está en juego son los lugares en las cámaras. Cada lista de cada partido, debe marcar sus votos y  los militantes saben bien que el mismo día de la elección se definen muchos votos. Por eso hoy, cerca de cada iglesia, cada club o cada liceo, habrá anónimos armando barullo, brindando información y entregando listas.

En medio del caos el auto rojo  quería dar vuela en U. Al mediodía Grecia, la calle principal de el barrio, se torna insoportable. Se escuchan bocinas de saludos, bocinas de trancadera, bocinas de fastidio. Autos que estacionan en cualquier lugar, buses que se atraviesan, motos que rugen. Gente, por la vereda, por la calle, que se cruza, que se saluda, que pregunta. Las radios dicen que todo Montevideo está así y que en algunas ciudades del interior pasa lo mismo. Hoy salen todos, todas  y todos los autos. Las elecciones siguen siendo obligatorias en este país y el parque automotor desde el 2005 a la fecha se duplicó. Mientras  el coche gira, frena ,gira ,frena, sentada en el asiento de atrás, Gladys se abanica con un diario. El conductor que la traslada  saca medio cuerpo para afuera y grita que por favor lo dejen pasar porque debe atravesar la ciudad para devolver a su casa a la anciana de 87 años. Hace seis décadas que su abuela no vive más en el oeste de la ciudad, pero todas las elecciones la cruza para votar en la escuela de su infancia. Muchos uruguayos no hacen el traslado de su credencial  para  una vez cada tanto, poder reencontrarse con antiguos amigos y parientes .

NO A LA BAJA, dice un cartel en letras rojinegras en el local del Ateneo del Cerro. Los anarquistas, con larga tradición en este barrio, no están ajenos a lo que sucede hoy y, participan  a su manera. El partido Colorado, tercero en las encuestas, es el mayor impulsor de un plebiscito que pretende   bajar la edad de imputabilidad para quienes cometan delitos, de 18 a 16años, incitando a colocar una papeleta por el SI. En rechazo a esto se formó un movimiento apartidario, principalmente juvenil que, identificados con un colibrí de colores, llama a no bajar.

Sobre la tarde, el barrio se parece más a un domingo. Las calles van quedando vacías y sucias. En  la esquina  del  liceo,  un sobre dorado de alfajor , un paquete de galletas dulces y una bolsa de  yerba giran en un remolino de viento. Faltando cinco minutos para las 7 y media, hora en que deben cerrar  los circuitos, se presentan dos delegados del Frente para presenciar el escrutinio primario. Ella votó porque cumplió los 18 hace seis meses. Mientras se acomoda  la vincha de colores le pasa  las planillas para el control del voto a voto a su compañero. Él, apenas mayor que ella, introduce los dedos en su espesa barba y le alcanza el último mate antes de separarse. Cada uno irá a una mesa de votación y ahí, sin pestañar , vigilarán cada papel que salga de los sobres, dispuestos a defenderlos si es necesario ,con la misma intensidad que defienden una nota en facultad. Porque están convencidos que en el otro extremo del país, hay compañeros que no conocen, haciendo lo mismo.

Se cerró la puerta del liceo y se cerraron las puertas de las casas. Las familias se aprontan a esperar los resultados frente al televisor y a prepararse para mañana. Porque sea cual sea el resultado, el lunes hay que volver a trabajar.

Por Javier Russo

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