Fragmentos de entrevistas realizadas por Javier Russo a dos personas que pasaron por la experiencia del exilio durante la última dictadura cívico-militar uruguaya. Los textos completos serán publicados en el libro del taller El Muro, que se editará en 2015.
El exilio es la peor condena
Clan, clan, clan. Los dedos de la mano casi no se ven de lo ligero que se mueven. El calor del horno ocupa toda la cocina. Él está batiendo huevos para su quinto bizcochuelo en lo que va del día, y piensa hacer cinco más. Alrededor del pote están prontos los ingredientes que hace ocho meses no pueden faltar: harina, azúcar y vainilla.
A 29 años de su regreso al país Carlos recuerda como hizo su adaptación: Mi compañera, que regresó junto conmigo, enseguida se puso a militar. Yo en cambió me rayé. No salía, me pasaba en la cocina y hacía siempre lo mismo. Todo el que pasaba por casa se llevaba dos o tres. No sé cuántos llegué a hacer. Acomoda el mate, se sonríe y agrega: Yo le llamé la terapia del bizcochuelo, ahora me río, pero fue un momento bravo. Yo creo que esa locura solitaria me sacó del raye.
Exiliada en Uruguay
Norma es oriunda de Paysandú y en 1975 salió por primera vez de su país acostada en el piso de un auto. El furor del puente Paysandú – Colón hacía que pasara tanta gente que dificultaba los controles, y eso jugó a su favor.
Íbamos las tres -recuerda- mis dos hijas y yo, ellas eran pequeñas,solo con lo puesto, mucho miedo y sin papeles. No me quedó más remedio, a mi me habían metido presa unas días , me largaron pero me hostigaban todas las semanas. Venìan a mi casa y me acusaban de que había vuelto a mis “andadas”. Traga saliva y sigue: El que me visitaba era el Negro Larrosa; parece mentira, fuimos amigos en la época del liceo. En ese tiempo los padres no nos dejaban salir solas con los novios, y a mí me dejaban salir sólo si nos acompañaba mi amigo el Negro. Años después, él fue el encargado de interrogarme y hostigarme.
Por Javier Russo