Quien viaja en este horario sabe a lo que se enfrenta. El ómnibus viene desde Sarandí del Yí. A la altura de San Ramón ya no quedan asientos libres, pasillo para todos. Viajar sobre el corredor significa convertirse en blanco de empujones y pisotones. Los que llegan, piden permiso como si correrse estuviera dentro de las posibilidades. Imposible.
14.05 es el horario establecido por la empresa, pero Turismar siempre llega tarde a San Ramón. En la parada de la UTU se suben estudiantes y docentes que en general realizan el viaje de pie. La última parada de la ciudad es la que se ubica frente al complejo de viviendas Mevir. Desde ahí el Turismar adquiere velocidad y se introduce de lleno en la Ruta 6. Sinuosa y parecida a una topadora, esta ruta lleva por delante todo lo que encuentra. En cada pueblo se convierte en una calle de barrio, prolija y tranquila.
Afuera, la niebla persiste. Adentro, el periplo de convertir acogedor un vehículo inhóspito. El ómnibus se mueve, las personas están sentadas o paradas, excepto el que siempre quiere ir al baño cuando no hay espacio para caminar. Intenta esquivar las mochilas y a cada uno de los que están parados.
Sobre el fondo, dos jóvenes parecen dormir, la muchacha tiene pelo enrulado y piel café, su cabeza y sus hombros se apoyan sobre el joven sentado contra la ventana. Él aún no se introdujo en el sueño, abre los ojos y la mira. Ella no reacciona, sigue en su trance, él observa su reloj, se ve preocupado. La adolescente estira su brazo sobre el pecho del chico, se envuelven y ahora sí, parece que dormirán los dos. Hay otros, siempre hay otros que duermen, se dejan llevar por el viaje y por el cansancio. La calefacción reafirma la falsa idea de descanso, ayuda a las siestas prolongadas y los ronquidos sin remordimientos. Algunos abrigos sirven para proteger las piernas y los auriculares cuelgan de varios cuellos.
Sobre los asientos delanteros se ubican los que hablan, los que se quejan, los que escuchan música con el volumen elevado, niños de todas las edades que suben en parajes desolados y se bajan en San Bautista, hombres y mujeres ancianas que no duermen, se quejan, el ómnibus se retrasa, tienen consulta médica en Montevideo. El microclima del vehículo hace conocidas a personas extrañas. Después de varios kilómetros, algunos murmuran, los celulares suenan, son llamadas o mensajes de WhatsApp, los bebés balbucean alegres, las madres hacen silencio, los niños cuentan anécdotas, las estudiantes marcan con flúor grandes libros fotocopiados y el hombre del baño se desliza suave hasta el asiento número cinco.
Por Noelia Rocha