Una tarde en el Centro de Internación Adolescente Femenino

Por Gabriela Fernández

“Uruguay con una población de 3.500.000 habitantes, tiene aproximadamente 700 adolescentes privados de libertad. Soy italiano y en mi país con una población de más de 60.000.000, hay alrededor de 300 adolescentes privados de libertad. Esto no significa que los adolescentes italianos sean más buenos que los uruguayos, ni que la policía italiana sea peor que la uruguaya. No. En realidad esto se explica por la excesiva utilización en Uruguay de la privación por parte de los jueces y también por la debilidad en el desarrollo y el enfoque de la rehabilitación de las penas alternativas a la privación de libertad.” Paolo Mefalopulos, UNICEF-Uruguay.

En la manzana ubicada en General Flores entre Bulevar Artigas y Luis Alberto de Herrera, está el CIAF –Centro de Internación Adolescente Femenino-, donde se priva de libertad a unas 20 adolescentes que tienen entre 13 y 18 años. En la misma manzana está el Ceprili –Centro de privación de libertad para adolescentes varones- la seccional policial No. 13, comercios, un shopping y algunos edificios de apartamentos. El CIAF comparte el espacioso y arbolado terreno con la División de Salud del INAU y está rodeado por un muro perimetral blanco de escasa altura. Al fondo apenas se ve el edificio: de tamaño pequeño en proporción al lugar donde se ubica, pintado de varios colores y cercado por un portón de alambre trancado con candado. Hoy se inaugura un centro de salud.

Una de las salas del edificio, de construcción relativamente nueva, es utilizada para la ceremonia. Los funcionarios se mueven de un lado a otro e invitan a pasar a los asistentes. En una de las esquinas hay una mesa con masas dulces y refrescos. Al frente están las banderas. Una vez que están todas las autoridades reunidas, y tras un breve discurso, queda inaugurado el espacio de salud que funcionará dentro de esta cárcel para adolescentes.

En otra de las salas hay una cartelera que indica las actividades de las jóvenes presas. Formales: lunes a viernes de mañana. Por la tarde, las tareas van desde el macramé al boxeo. Un cartel aparte marca los horarios del taller “Enjaula tu furia”. Otro dice: dos alfajores, plantillas, un paquete de cigarro o tabaco. Son algunos de los artículos que los familiares directos están autorizados a llevar a la visita, que es ¿sólo? los días viernes; no pueden llevarles ropa. La vestimenta se la dan en la cárcel así se evitan rivalidades y peleas. Las personas que no son familiares directos de las adolescentes necesitan autorización escrita del equipo técnico para visitarlas. Una de las paredes está pintada con un árbol deshojado y golondrinas migratorias volando en libertad; otra, tiene dibujos con muñecos infantiles y la última simula una ventana con vista al campo.

A la derecha hay dos habitaciones sin ventanas, de unos seis metros aproximados de superficie cada una. Allí va a funcionar el centro de salud recién inaugurado. A la izquierda, entre rejas, se ve el pasillo que lleva al celdario. Más adelante, están los módulos donde ingresan las jóvenes para luego ser distribuidas en sus celdas definitivas. Hay olor a aceite frito.

Por otro pasillo se llega a la cocina y a una pieza donde funciona un lugar de esparcimiento. Abajo dicen que hay un gimnasio. La cocina es amplia y por alguna de las ventanas entra la luz del día. Detrás está el Ceprili, la cárcel de adolescentes varones que tiene entrada por la misma manzana, al lado de la seccional 13. Las autoridades entran a la cocina, mientras los directivos del centro muestran las instalaciones. Cuatro presas, con prendas de colores (quizás hoy se les permitió ponerse su ropa) rodean una mesa de madera junto con la profesora de cocina, que mezcla los ingredientes de la receta de los brigadeiros (unas trufas típicas de Brasil). Mientras tanto, las manos de las adolescentes –algunas con las uñas pintadas con colores muy vivos– se mueven con agilidad formando bollos de masa amarilla que acomodan uno detrás de otro en una asadera de aluminio. Siguen con atención las explicaciones de la receta en su última clase del año. Las autoridades se acomodan alrededor para observar el trabajo, y para la foto. Atrás, las cámaras toman más imágenes. En una de las esquinas, un señor fríe milanesas.

Contra una de las ventanas hay otra mesa grande con pizzas recién sacadas del horno. Cuando las adolescentes terminan de redondear los bollos, se acercan a la mesa.

─Desde que está Nacho estamos mucho mejor ─comentó una de ellas refiriéndose al nuevo director del centro, Ignacio Pardiñas─. Hasta tenemos [tv] plasma en las celdas.

Es de estatura media, de pelo y ojos negros y tiene un lunar en su nariz respingada. Está vestida con jean y musculosa azul. Habla rápido y acompaña la conversación con mucho movimiento de brazos.

─Está desde mayo, después del motín del Día de la Madre.

Otra rubia y de ojos muy claros se sumó a la charla.

─ En el motín la peluquería quedó destrozada.
─ ¿Tú estabas en el motín?
─¡No! ¡Yo no tengo nada que ver! ¡Soy la peluquera! Pero la peluquería ahora está bien. ─De las actividades recreativas: ¿qué es lo que más les gusta hacer?
─A mí, macramé ─contestó una de las jóvenes con uñas pintadas.
─A mí, boxeo ─dijo la de musculosa azul y lunar en la nariz.

Luego del asesinato del empleado de La Pasiva ocurrido el 13 de mayo de 2012, el 4 de enero de 2013 se sancionó la ley 19.055 conocida como “Ley Pasiva”. Esta norma legal, entre otras cosas, agrega el artículo 116 al Código de la Niñez y Adolescencia. Establece que en los casos en que el presunto autor sea mayor de quince y menor de dieciocho años de edad, y cuando el proceso refiera a las infracciones gravísimas señaladas en dicho cuerpo legal -entre ellas la rapiña (hurto con violencia)-, la privación de libertad es obligatoria hasta el dictado de la sentencia definitiva y no puede ser inferior a 12 meses. Es decir que el juez debe decretar la privación de libertad cuando el delito aún se presume. Detrás del grupo de adolescentes se paró una señora delgada que indicó, golpeando las palmas de la mano, que tenían que volver a sus respectivas celdas.

Saliendo

Las preguntas son inevitables. ¿Cuál es la causa del encierro de éstas 20 adolescentes? ¿Podrían haberse aplicado medidas alternativas a la privación de libertad a pesar de la vigencia de ley 19.055? Y de ser aplicable la privación de libertad: ¿Por qué no hacer más digno el tiempo de las presas en la cárcel? ¿Por qué no utilizar el espacio abierto de la entrada para actividades al aire libre? Quizás porque sea difícil contener a las adolescentes en un espacio abierto; quizás porque no tengan el personal suficiente o capacitado para hacerlo. Un informe del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura del 6 de junio de 2016 -que corresponde a la visita de 5 de mayo del mismo añodice que en el centro trabajan 45 dependientes en trato directo con las adolescentes, sin contar el personal de Dirección. Quizás a pesar de la reciente creación del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (Inisa) no se tengan los recursos suficientes para contratar personal especializado y deba recurrirse sólo al voluntariado.

Me alejo y siento que las abandono. Cuando esté trabajando, ¿me acordaré de ellas? El hombre que camina por General Flores paseando el perro, el que está esperando el ómnibus en la parada, el empleado del supermercado de la esquina o el camionero que carga la arena en el galón de atrás, ¿saben que están ahí, cerca? ¿O solo los tenemos presente cuando la tele nos avisa que cuatro delincuentes tomaron por asalto un camión blindado de una empresa aseguradora y que uno de ellos se fugó con un disparo en la cabeza?

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