Por Paula Uberti
Amanecía en la ciudad de Montevideo. Un día cálido y alegre, con un cielo tan azul que las aves revoloteaban y cantaban sin parar. Ella se iba a trabajar, con el viento en la cara y una sonrisa, cuando sonó el teléfono y una voz masculina con tono vivaz le dijo:
–Feliz Día de la Mujer, hija. ¿Cómo estás?
Continuó la conversación con su padre. El tema de la jornada fue básicamente lo que ocupó los diez minutos de la llamada.
–Esperaba el saludo de mamá, ¿Dónde está? – Cada mañana, la madre de Mercedes disfrutaba de conversar con su hija durante varios minutos.
–Se fue con sus amigas y no llevó el celular.
Por dentro, Mercedes pensó en lo que significa la libertad, una buena comunicación, la unidad, varios conceptos que podían resonar en un día tan significativo.
El Día Internacional de la Mujer sonaba más fuerte que de costumbre, se respiraba otro aire, movilizaciones, discusiones en la radio y noticias. Esa madrugada otra mujer había sido asesinada, así como el custodio policial que la acompañaba en el departamento de Salto. Mercedes no había sentido en mucho tiempo esta mezcla de compasión, empatía y reflexiones que invadían su interior. Comenzó a cuestionarse y a escuchar. Llegó a su trabajo, donde el clima era relajado y festivo. Una empresa donde las mujeres son mayoría, la gerente es mujer, donde se ven pares. Se sintió agradecida y fuerte.
Abrió el diario y comenzó a leer las noticias del día. Un bombardeo acerca de la desigualdad y violencia, el repudio comenzó a invadir sus ojos. En whatsapp, los mensajes de sus amigas no paraban. Comenzaron a discutir cómo estaban viviendo ese día y allí vieron las diferencias en sus ámbitos laborales y en sus opiniones acerca de lo que se estaba manifestando. Algunas no estaban de acuerdo con el paro, a otras les fue indiferente, otras iban a concurrir a la marcha. Desde su lugar, Mercedes recordó su historia, su pasaje por ámbitos donde no la valoraban, donde sintió las diferencias y descubrió que una vez decidió alzar su voz y desde ese momento todo fue diferente.
El día transcurrió entre charlas y noticias. Salió de trabajar y se juntó con sus amigas; un té infaltable en ese jueves donde el atardecer se veía bonito. Encendieron la televisión y allí se quedaron perplejas. Se les erizó la piel. “De camino a casa quiero ser libre, no valiente”, “Yo no festejo. Conmemoro y pido justicia”, “Somos el grito de quienes no tienen voz”, “Si no hay libertad, tampoco hay amor”, “Soy mujer fuerte, nadie me derrumbará”… Miles de estos carteles por la avenida 18 de Julio en Montevideo, que se vio inundada de mujeres. Se pararon firmes, se mostraron convincentes y marcharon por una causa justa. Rostros de todas las edades, vestidas de lila y negro, con globos y pancartas, así se veía la principal avenida de la capital desde la pantalla.
Hay momentos en que las personas deben detenerse y mirar alrededor, mirar a quien está a su lado, mirarle a los ojos y preguntarle si está bien. La realidad de las mujeres hoy día es de preocupación. Se mira a futuro y no debería existir el miedo. La expresión libre y el respeto es una de las luchas diarias. Para Mercedes la manifestación la representó y sintió orgullo y sabe que el valor es un factor de motivación para hacer posible los cambios. Las chicas continuaron la discusión acerca del feminismo, contaron anécdotas, se cuestionaron que pasa exactamente a su alrededor. Una comentó que en su trabajo a nadie le causaba gracia que le regalasen una planta, las mujeres habían ido vestidas de negro, no era un día de festejo, era un día de lucha decían. Otra se refería al feminismo como un sinónimo de machismo y no comprendía cuál era el conflicto, para ella las mujeres eran las culpables de la separación, algunas habían sentido el vacío de no recibir ni un feliz día. Una con un tono hasta gracioso preguntó:
- ¿Tan machistas son en sus trabajos?
Las respuestas fueron muy variadas.
Así cayó la noche y cada una volvió a su hogar. Todas avisaron que llegaron bien.