Por Jimena Torres
El 8 de marzo amaneció templado en Montevideo, aunque el viento no hizo sentir los 26 grados de máxima previstos para ese día. Algunos diarios y portales nos despertaron con la noticia del séptimo femicidio ocurrido en Uruguay en lo que va de 2018: la víctima fue Olga, de 44 años, asesinada por su ex pareja en Salto mientras su hijo dormía en la habitación contigua. El agresor mató también al policía que la custodiaba tras haber efectuado la denuncia por violencia doméstica.
En más de 170 países se convocó a un Paro Internacional de Mujeres, herramienta de lucha utilizada por primera vez en Islandia en 1975 y cuyo objetivo es demostrar el valor del trabajo remunerado y no remunerado que realizamos las mujeres. El Paro fue llevado a cabo nuevamente en 2017 con la adhesión de más de 50 países en el marco de la explosión de la lucha feminista en todo el mundo, en lo que seguramente será catalogada como su “cuarta ola”.
Si nuestro trabajo no vale produzcan sin nosotras. Un Paro Internacional de Mujeres tiene características propias, sobre todo cuando abarca tanto al trabajo remunerado como al no remunerado. El PIT-CNT, central sindical de trabajadores del Uruguay, votó un paro desde las 16 a las 22 horas; algunos sindicatos resolvieron paro de 24 horas solo de mujeres. El movimiento feminista respondió planteando diversas formas de movilizarse: colocar carteles o telas violetas en la casa o el trabajo; no ir al trabajo asalariado; en caso de no poder dejar de ir, juntarse con compañeras y reflexionar sobre este día; pudiendo o no dejar de hacerse cargo de las tareas domésticas y de cuidados, realizar una lista con todo lo que haces en el día y publicarla. Finalmente: ir todas a la marcha.
Diversas pero no dispersas. A las cinco de la tarde eran cientos las mujeres vestidas de violeta o negro que se dirigían a la Plaza Libertad. En los alrededores se respiraba un aire festivo. Por todas partes se cruzaban sonrisas cómplices entre compañeras. Se sabían hermanas aunque no se conocieran. Unas treinta mujeres integrantes del colectivo Encuentro de Feministas Diversas, se agrupaban detrás de una pancarta fucsia bordada donde se leía “Juntas somos poderosas”. Más atrás, otro grupo de mujeres jóvenes vestidas de negro cortaban la calle colocando largos trozos de telas violetas sobre el piso.
Alrededor de seis y media empezó la marcha. Mujeres de Negro convocó a caminar en silencio como forma de luto por las 110 mujeres muertas por violencia machista desde el 2015 en Uruguay. Llegando a 18 de Julio y Río Negro concentraban las filas del movimiento sindical. Desde allí partieron las compañeras y compañeros que marchaban juntos como en las clásicas movilizaciones del PIT-CNT. En 18 de Julio y Paraguay las feministas afro le daban alegría a la tarde con sus tambores sonando al ritmo del candombe. Familias y grupos de amigas se hacían presentes en los puntos de encuentro previamente acordados, intentando cumplir con la difícil tarea de encontrarse entre miles de personas con la señal de Internet saturada. Muchas de ellas asistían por primera vez a una movilización masiva.
La reacción conservadora. Al llegar a 18 de Julio y Ejido se vivieron momentos de tensión. Unas 50 personas esperaban a las mujeres que marchaban, mientras sostenían carteles que decían: “Femenina si, Feminista no”, además de pancartas gigantes donde se leía: “Con mis hijos no te metas”, “Me sumo, por las mujeres que no nacieron abortadas por otras mujeres y “Violentas, no nos representan”. El grupo se auto identificaba con el movimiento “Con mis hijos no te metas – Uruguay” que en nuestro país se asocia a la iglesia evangélica Misión Vida. Forman parte de un fenómeno mundial de expansión del pensamiento conservador, denuncian la “ideología de género”, oponiéndose principalmente al derecho de acceso al aborto y a la universalización de la educación sexual.
Ante la provocación ninguna mujer reaccionó de forma violenta. La rabia se volvió baile, aplausos y gritos de lucha. “Maestras, maestras feministas, no vamos a dejar que la escuela sea machista” cantaba el grupo de maestras que se organizaron para intentar que su sindicato se adhiriera al paro ese día.
Si no puedo bailar no me interesa tu revolución. Cuando ya había caído el sol, en la explanada de la Universidad, la Coordinadora de Feminismos, altavoz en mano y sin estrado leyó su proclama seguida de un enorme abrazo caracol. Sería imposible determinar dónde y cuándo terminó la marcha. Dicen que algunas mujeres marcharon hasta el Obelisco. Otras decidieron continuar reivindicando sus derechos y celebrando la enorme movilización al ritmo de los tambores que inundaron la avenida.
En los bares del centro montevideano las mujeres se apretaban distribuidas en grandes mesas y rondas de conversación. Entre sensaciones en relación a la marcha y acaloradas discusiones sobre izquierda y feminismos, de a ratos se volvía a escuchar: “Abajo el patriarcado que va a caer, que va a caer. Y arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer”.